sábado, 4 de septiembre de 2010

Moralidad y silencio. Su relacion e importancia


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Según el diccionario moralidad significa la relación de la conducta conforme a la moral; moral es la ciencia que ensaña las reglas que deben seguirse para hacer el bien y evitar el mal.

Ahora bien, lo que cualquiera de nosotros conoce como moral está relacionado con conocimientos variables en algunos casos y fijos en otros.   
Los primeros son dados por las familias a los niños dependiendo de criterios heredados por un lado y experienciados por otro. 
  
Los fijos vienen desde Moisés, por poner un punto de referencia, por ejemplo: matar a alguien todo el mundo lo ve mal, aunque hoy en día está justificado en algunos motivos.

Por otro lado si cualquiera de nosotros pensamos en alguien que miente para lograr un fin personal o en representación de un grupo empresarial por ejemplo, todos diríamos que es un fraude. Sin embargo muchos aceptamos hacer un negocio de una forma amoral pero justificada por las leyes del comercio. Aún más, en partes del globo es moral que un hombre tenga muchas mujeres y que éstas no tengan derecho a un montón de cosas que nosotros vemos como normales.

Todo esto viene a colación para demostrar que lo que nosotros consideramos moralidad es relativo a un sin fin de factores, incluyendo a las religiones establecidas. Las más grandes plantean una moral o reglas de conducta, pero en estos últimos tiempos son simplemente palabras en un libro sagrado.

La moral existe en nosotros mucho antes de venir a la encarnación, reside en nuestro yo superior antes que nuestra personalidad terrestre.

Esto significa que si nosotros queremos, podemos desde nuestro interior encontrar la forma correcta de actuar en cada situación.

En esta vida moderna y rápida tratamos de vivir en base a una moral social que no dañe a los demás relativamente. Pero es completamente necesario que reevaluemos lo que consideramos como valores morales, incluso lo que consideramos bueno o malo.

El hombre posee la capacidad de discernir entre valores. Esta capacidad de discernimiento y nuestra naturaleza religiosa es lo que nos diferencia de los animales.

Esto significa que podemos evaluar, antes de la acción, la meta que perseguimos, el motivo por el cual lo hacemos y el medio para llegar a ella.

Nuestra inteligencia por tanto pude evaluar los fines y considera normal el aforismo “el fin justifica los medios”. La inteligencia por si sola no puede explicar la naturaleza moral.

Los animales aprenden por la repetición de la experiencia sea buena o mala. Nosotros podemos aprender tanto de la experiencia como del uso del discernimiento. Pero la mayoría utiliza este discernimiento para salir bien parado, relativizando los daños a terceros, considerando su actuación como moral. La sociedad en general considera que pensar en el bienestar de los demás por sobre el propio es signo de debilidad o falta de inteligencia.

Pero la realidad es que internamente, en nuestra alma, todos somos iguales y uno. Por lo tanto, si nuestra moralidad reside en nuestro yo superior antes de la encarnación, si nos conectamos con nuestro interior actuaremos moralmente en todas partes del mundo.

Si unimos nuestra inteligencia al discernimiento espiritual entonces podremos llegar a comprender el valor de los fines y los medios correctos para alcanzarlos.

De esta forma gradualmente se va desarrollando nuestra virtud, con la elección uniforme del bien sobre el mal visto desde un punto de vista interno y no desde el ego personal.

Esta capacidad es la prueba de la existencia de una conexión con nuestro yo superior.

Pero de todas manera todavía somos un ser dual, por un lado un ser interior y por otro una personalidad o ego terrestre.

Nuestras decisiones sobre el bien y el mal están influenciadas por varios factores. La elección dependerá de lo que influya más en nosotros.

Entonces la naturaleza moral del hombre necesita de la discriminación y la capacidad de estudiar significados.

La acción moral está caracterizada por una inteligencia elevada que discrimina en la elección de fines superiores así como la selección de medios morales para conseguirlos. Esto no es algo que pueda imponerse por ningún medio, es tema de libre albedrío. Pude ser que nos influencie alguien con estas características, pero debemos tener nosotros las ganas de cambiar y crecer espiritualmente.

Para esto es necesario el silencio.

No nos referimos únicamente a dejar de hablar mucho sin parar, sino también al ruido externo e interno.

Hacer silencio del aturdimiento de los sentidos, con lo que escuchamos, vemos, hablamos, interno en el sentido emocional y en nuestros pensamientos.

Alguien puede verse por fuera en calma, quietud y por dentro estar pensando en mil cosas a la vez y en un estado nervioso que empeora la situación. Hay personas que por determinadas presiones externas logran una imagen aplomada y controlada, lo que no significa que controlen sus emociones o hayan cambiado sus criterios internos.

Todo esto es un círculo vicioso; el ruido interno, la excitación, etc. hace que busquemos afuera cosas que contribuyan y aumenten ese estado formando una bola de nieve.

Llamar la atención sobre uno constantemente es otra forma de no estar en silencio. Si necesitamos la atención de los demás no estamos en contacto con nosotros mismos y eso hace que tengamos todo tipo de actitudes no solo al hablar sino también al movernos, vestirnos, presentarnos, etc.

Es preferible buscar no destacarse de los demás manteniendo un perfil bajo.

No significa disminuirse pero tampoco exaltarse, es hacer lo que se tiene que hacer, bien, sin llamar la atención.

Vivir discretamente en todos los tipos que antes mencionábamos, esto es ser silencioso.

El silencio es una forma de conducirse en la vida que nos permite tomar decisiones morales en base a un criterio interior elevado dado que no vivimos excitados o arrastrados por la corriente de opiniones.

Sin embargo no atacamos a nadie, sino que somos.

La contribución que nosotros podemos hacer para nuestro crecimiento es desarrollar las cualidades totales de nuestro yo superior.

Esto es hacer la voluntad del Padre.



El silencio nos permite estar calmados, pensar antes de hablar, como consecuencia no decimos cosas que luego nos traigan problemas o nos hagan arrepentir, o que hieran a otros, ni pronunciar juicios apurados. Nos permite evaluar las situaciones y no ser impulsivos. Es estar con Dios y oírlo antes de oír los criterios de los hombres.

Por eso para lograr una actitud moral es necesario el silencio.

Nos favorece en nuestro acercamiento con el yo superior, estableciendo una conexión más duradera con nuestra inteligencia superior.







Trabajo reflexivo realizado por Miguel gracias a Lourdes

Bibliografía: El Libro de Urantia.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

"El Efecto Sombra" Un documental que invita a la introspección

Cuando nos enfrentamos a nuestro ego solemos pasar por alto lo que realmente importa ver, ya que estamos acostumbrados a huir de todo aquello que nos hace mal o nos molesta y buscamos fervientemente las cosas que nos dan placer y nos dejan efectos de éxtasis en nuestro interior. incluso solemos confundirnos pensando que si sentimos estos efectos, estas sensaciones físicas "elevadas" en realidad estamos creciendo espiritualmente, desarrollando nuestro potencial, venciendo nuestros defectos...
Luego de un periodo de tiempo, no muy largo a veces, caemos nuevamente en un pozo depresivo o en el mismo error disfrazado con otra ropa. Esto conlleva sentimientos de culpa, decepción, angustia, que tratamos de tapar con justificaciones infantiles, como un adolescente que fue pescado "in fraganti" haciendo una travesura.

En nuestro interior, en una zona a la que no solemos ir a menudo porque nos da miedo enfrentar lo que allí podamos encontrar, yace nuestra "sombra", esa parte que domina a veces nuestros actos sin que lo notemos, que hace parecer que estamos "poseídos" por algo que no es nuestro, cuando en realidad es bien nuestro y esta en conflicto con lo que nuestro ego condicionado quiere "venderle" a la sociedad.
Pero, como todo conflicto, genera y enfrenta fuerzas antagónicas que generan tanta presión que han de escapar por alguna parte, y es ahí cuando la "sombra se manifiesta", dejandonos mal parados una vez mas. ¿Porque vuelvo a hacer esto que no quería seguir haciendo?

Conocer la sombra, conocernos a nosotros mismos como seres completos con luz y oscuridad es un gran paso. Aceptar que tenemos defectos y que tenemos derecho a equivocarnos, en una sociedad que exige cada vez mas la perfección de persona o si no nos condena a lo contrario haciendo que desencajemos, o la presión de ser uno mismo pero buscando en el afuera ese modelo al que nos queremos parecer, sin tomar conciencia de lo que realmente somos, es parte de lo que nos tiene dando vuelta en círculos en esto de ser mejores seres humanos.

Un documental recomendable que les dejo en dos formatos:
En 7 vídeos de YouTube subtitulados al español
Y en unos enlaces para descargarlo a su computadora si gustan.


El Efecto Sombra de Debbie Ford, presenta el poder oculto de la "sombra" al lado de algunos de los pensadores más provocativos de hoy como Deepak Chopra, Marianne Williamson, Mark Victor Hansen, James Van Praagh y otros.

El efecto sombra es un documental emocionalmente conmovedor y visualmente convincente que revela por qué el suprimir las emociones y dejar los conflictos internos sin resolver, conduce a un comportamiento que continuamente destrona a políticos, destruye carreras de celebridades, desestabiliza la economía y afecta la vida de millones de personas cada año.
En esta época de humillación pública y crisis de los medios de comunicación, el trabajo de la autora de best sellers del New York Times, Debbie Ford, sigue avanzando mientras se expone a las fuerzas opuestas de luz y oscuridad que compiten por la atención dentro de cada ser humano.

En este viaje por la vida, las personas que han trascendido el abuso infantil, el racismo, el holocausto, la guerra, y crianzas heridos, compartirán sus historias notables. Conoce a los que han aprendido cómo hacer frente a su propio terror, curar sus heridas y superarse, siendo héroes de sí mismos, para superar el "efecto sombra".

"Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad. Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino. No hay luz sin sombra, ni totalidad psíquica exenta de imperfecciones, para que sea redonda, la vida no exige que seamos perfectos si no completos, y para ello se necesita la espina en la carne, el sufrimiento de defectos sin los cuales no hay progreso ni ascenso. " - Carl G. Jung



 













martes, 27 de julio de 2010

“Por los demás….”


       
 ¿Cuantas veces usamos a los demás como excusa: “la culpa es de…” por lo que hicimos o dejamos de hacer?  ¿Cuántas cosas en nuestra vida por las cuales sentimos un gran deseo de llevar a cabo o cuantas cosas que hicimos, luego no enfrentamos o no las concretamos pensando en lo que va a decir otro o culpando al otro?
       Muy a menudo nos auto-convencemos de que alguien es el culpable de aquello que hicimos o de aquella cosa que tanto añoramos y nunca concretamos. En realidad casi siempre, la otra persona  no tiene idea de ese sentimiento que tenemos. Lo cierto es que mientras nosotros seguimos convencidos de esto, se nos hace imposible sentirnos realizados y felices.   Incluso completamos este panorama de infelicidad con una actitud de victimas, acostumbrándonos a vivir de esta manera, “no siendo”, formando de esto un hábito, cerrándonos completamente a la capacidad de comprensión que nos haga ver que lo que no hacemos por nosotros nadie lo hará.
       Por supuesto que no hablamos de pequeños gestos o detalles que tenemos por amabilidad hacia los otros, o por aquellas cosas que no tienen trascendencia y que perfectamente podemos modificar en pos de una convivencia más armoniosa.
       Nos referimos a todas aquellas cosas que son de importancia a la hora de sentirnos realizados como ser humano. Aquello que nos hace sentir que “somos”.  Dentro de esto pueden entrar situaciones tales como lo que vamos a hacer para ganarnos la vida, lo que nos gusta hacer por vocación, las relaciones trascendentales para nuestra vida, los valores, en fin, todo aquello que edifica nuestra personalidad completa y nos hace sentir realizados y libres.   Son aquellas cosas sobre las que no es saludable “transar” para dejar contentos a los demás.
       El error radica en pensar que lo más importante es la opinión de los otros respecto a lo que vamos a hacer.   Se le teme y se le adora a ese gran monstruo que es la opinión pública.   Sabemos perfectamente que habrá diversidad de opiniones así como hay diversidad de seres humanos. Podemos llegar a vivir en un eterno descontento si nuestra felicidad depende de la aprobación de todos los demás.
       Lo correcto y más razonable es que lo que hacemos nos haga felices y completos a nosotros en primer lugar. Al mismo tiempo que no atropelle los derechos de otra persona ni haga infeliz a nadie.
       Siempre habrá alguien que nos apruebe y alguien que nos critique. El paralizarnos por las criticas ajenas no es más que miedo a ser responsables por nuestros actos y asumir los resultados, sean buenos o no tanto. Es natural el error ya que estamos todos en proceso de crecimiento, del error también se aprende.  Sería imposible obtener resultados perfectos y admiración constante de todas las personas.
       Si observamos a lo largo de la historia, los personajes que se destacaron en campos variados, logrando avances fundamentales para toda la humanidad, la mayoría por no decir todos, tuvieron que enfrentarse a desacuerdos, criticas, enfrentamientos, incluso muchos terminaron sus vidas en forma solitaria sin siquiera haberse enterado de los grandes resultados que surgieron de sus “locuras”.
       Tampoco se trata de que todos nos convirtamos en grandes personajes y que nuestros actos sean trascendentales para la humanidad.  Simplemente se trata de que seamos el verdadero personaje en nuestra vida, y que nuestros actos se vuelvan trascendentales para nuestro desarrollo evolutivo.
De esta manera podemos estar seguros de que nuestra presencia en esta tierra será fructífera tanto para nosotros como para los demás, más allá de que los otros alimenten nuestro ego con su aprobación o de que nos culpen por sus desgracias.
       En esta gran red que formamos toda la raza humana, los planetas, el universo, etc., todos sin excepción, tenemos una responsabilidad, que no tiene nada que ver con ser admirado, comprendido, aprobado o desaprobado, sino que se trata de ser auténticos, reales, libres y desde ese  lugar acompañar al resto para que también lo sea.
Tal vez, cuando comprendamos esto realmente, no solo intelectualmente, muchos de nuestros sufrimientos desaparezcan para dar lugar a una auténtica y duradera felicidad, y ese será el momento en que de verdad estaremos cooperando unos con otros. 


Trabajo realizado en conjunto por Lourdes y Miguel

miércoles, 21 de julio de 2010

Como reconocer a un manipulador



1. -Culpabiliza a los demás en nombre del vinculo familiar, de la amistad, del amor, de la conciencia profesional, etc 
2. -Traslada su responsabilidad a los demás o se desentiende de sus propias responsabilidades..
3. -No comunica claramente sus demandas, necesidades, sentimientos y opiniones.
4. -Responde muy a menudo de forma confusa
5. -Cambia de opinión, de comportamiento y de sentimientos según las personas ó las situaciones........
6. -Invoca razones lógicas para enmascarar sus demandas
7. -Hace creer a los demás que tienen que ser perfectos, que no deben cambiar nunca de opinión, que deben saberlo todo y responder inmediatamente a sus demandas y preguntas
8. -Pone en duda las cualidades, la competencia y la personalidad de los demás, critica sin parecer que lo hace, desvaloriza y juzga.
8. -Hace transmitir sus mensajes a otros ó los comunica de forma indirecta.
10. -Siembra cizaña y suscita sospechas, divide para reinar mejor y puede provocar la ruptura
11. -Sabe hacerse la victima para que se le compadezca (enfermedad exagerada, entorno dificil, sobrecarga de trabajo, etc)
12. -Hace caso omiso de las demandas
13. -Utiliza los principios morales de los demás para satisfacer sus necesidades
14. -Amenaza de forma encubierta ó hace un chantaje abierto
15. -Cambia radicalmente de tema en el transcurso de una conversación........
16. -Elude o rehuye las entrevistas y las reuniones.
17. -Cuenta con la ignorancia de los demás y hace creer en su superioridad.
18. -Miente.
19. -Falsea los hechos para averiguar la verdad, deforma e interpreta.
20. -Es egocéntrico
21. -Puede ser celoso aunque se trate de un pariente ó un cónyuge
22. -No soporta la critica y niega la evidencia.
23. -No tiene en cuenta los derechos, las necesidades y los deseos delos demás.
24. -Espera frecuentemente hasta el último momento para pedir, ordenar o hacer actuar a los demás
25. -Su discurso parece lógico o coherente, cuando sus actitudes, sus actos o su forma de vivir responden al sistema opuesto
 26. -Utiliza halagos para gustarnos, nos hace regalos ó tiene muchas atenciones con nosotros
27. -Produce un estado de malestar ó una sensación de falta de libertad (trampa)
28. -Es absolutamente eficaz para lograr sus propios fines, pero a costa de los demás
29. -Nos induce a hacer cosas que probablemente no haríamos por voluntad propia.
30. -Es constantemente objeto de conversación entre personas que lo conocen, aunque no se encuentre presente.

martes, 20 de julio de 2010

Me importa, no me importa…

¿Qué es lo que importa y que es lo que no?  Hay un sentimiento de fondo de que nada de lo que antes era importante, ahora lo es, de que cada vez importa menos.  Que aquellas cosas a las que todos damos gran trascendencia con superfluas, carentes de sentido, vacías.     Sin embargo muchas veces nos encontramos tomando decisiones en base a lo que otros piensan o dicen, como nos verán, etc.   Entonces en realidad nos importa el “qué dirán” aunque si nos preguntan digamos que no nos interesa. Esto nos deja en la disyuntiva: cuantas de las cosas que decimos que son importantes para nosotros realmente lo son?     Por ejemplo, decimos que es importante la espiritualidad, el desarrollo de la personalidad, es un tema importante (sobre todo ahora)  y cuando salimos al mundo a relacionarnos con los demás, actuamos por inercia como venimos actuando hasta ahora.  Decimos que las apariencias engañan y vamos por la vida aparentado algo que nos somos. De hecho, ser está muy relacionado con saber.        
Si hoy ponemos algún tema en un blog, o alguien nos manda una presentación con frases de sabiduría, rápidamente nos disponemos a recomendarlo a la lista de contactos  que tenemos, con la esperanza que les ayude en un tema particular o a mejorar como personas.   Pero a la hora de hablar con la vecina, con nuestro jefe, con nuestros empleados, etc. solemos actuar  igual que lo veníamos haciendo, y si por esas cosas nos da para reflexionar luego del acto pensamos: “la próxima vez actuaré diferente” y cuando llega la oportunidad nos arrastra la emoción y se nos dispara la actitud inerte y  volvemos a decir “si” cuando queríamos decir “no”.     
Lo que deberíamos preguntarnos no es tanto si nos importa o no; sino ¿que estamos haciendo constantemente por aquello que decimos que nos importa? suponiendo que sabemos lo que nos importa.     Es increíble la facilidad y naturalidad con que realizamos aquellas tareas que no nos importan como si fueran las más trascendentales a realizar; y como nos cuesta, cuanta preparación necesitamos, para hacer aquello que decimos que en realidad nos importa!      
Recuerdo una clase en la que nos preguntaron: “¿Cuáles son sus prioridades?” Y nos apresuramos a escribir una larga lista encabezada por el trabajo interno, la relación con nuestra pareja, etc… A lo que le siguió la otra pregunta: ¿Qué están haciendo, cuantas horas dedican a esas prioridades a lo largo de cada día?”     

En fin, que poco nos importa lo que de verdad importa y cuanta importancia le damos a lo que no es importante…

A veces me parece que esto es un tanto pesimista... Pero al mismo tiempo veo los problemas que tiene la gente y los mios propios, y me pongo a reflexionar y me pregunto estas cosas, cuando sera el momento en el que tomemos las riendas de nuestra vida y actuemos con coraje y cambiemos a pesar de....

domingo, 18 de julio de 2010

Sobre los miedos que, visibles o escondidos, afectan nuestras actitudes.


Los seres humanos sufrimos de innumerables clases de miedos. Se manifiestan de diferentes maneras, y aunque se vean y sientan diferentes, la mayor parte de las veces, tienen la misma raíz. Así como todos los sentimientos humanos tienen su dualidad, contando con una faceta positiva. Este es el miedo que surge del instinto de supervivencia. Sin él estaríamos a merced de los peligros; nos ayuda a defendernos de ataques físicos o de otras índoles. También en situaciones en las que arriesgamos nuestra salud o vida, nos protege haciéndonos rechazar estos actos inútiles para cuidar lo que realmente importa. Esto no nos hace cobardes, por el contrario, es sano e inteligente. Si perdiéramos este miedo cometeríamos errores en contra de nosotros mismos, y pondríamos en peligro a los demás. La falta de este miedo nos lleva a alardear para demostrar y demostrarnos una falsa valentía que se podría catalogar como gran estupidez, exponiéndonos y exponiendo a los otros inútilmente. La falta de miedo total, entonces, se convierte en una actitud de vida negativa.
El otro extremo sería el miedo paralizante, que no permite desarrollarnos. Estamos hablando del miedo patológico, pero existe el miedo que sin llegar a ese extremo, suele disfrazarse de mil y una formas, afectando nuestro comportamiento. Los seres humanos hemos convertido esto en un arte, más bien, en una forma de vida. Se podría decir que desde que existe el ser humano, existe este miedo básico que ha determinado la forma en que ha venido evolucionando la humanidad y sus sistemas. Este miedo raíz podría denominarse miedo a ser libre o a SER. Desde los principios de los tiempos, el hombre viene clamando por libertad. Libertad de los pueblos, libertad económica, de los opresores, de las reglas, de los parámetros sociales, de los jefes, de los sistemas, de los padres, etc. Sin saber que todas las personas que ocupan esos puestos de poder, y de las cuales se pretende liberar, sufre de los mismos miedos. Si el que se siente oprimido ocupara el sitio del opresor, la mayoría de las veces cometería los mismos errores aunque con otro disfraz. Mucho de nosotros nos llenamos la boca diciendo: “yo en su lugar haría esto o aquello”. Normalmente solemos hablar un montón y con mucha claridad sobre lo que otros deberían hacer, convenciéndonos de que con nuestras ideas podríamos cambiar al mundo. Si cada uno de nosotros analizáramos con honestidad, descubriríamos que en nuestro humilde ámbito, muchas veces practicamos la opresión, la dictadura, la manipulación, todo esto en forma muy sutil y solapada. Esto puede estar escondido bajo la forma de preocupación excesiva por los demás, posición de victima, control de las situaciones por “el bienestar de los otros”, liberalidad excesiva que se convierte en negligencia y libertinaje, etc. Todas estas actitudes, que en una familia o pequeño grupo, no llaman la atención, son las mismas que en un pueblo o país hacen mucho ruido y nos provoca la sensación de opresión. ¿Qué pasaría entonces, si cualquiera de nosotros tuviéramos poder?
La búsqueda de libertad es algo positivo y es un impulso humano saludable que lleva al hombre a evolucionar. Este impulso es una bendición que se nos ha regalado. Gracias a ello se ha ido desarrollando la humanidad. ¿Por qué entonces se sigue buscando la libertad ? En realidad aún estamos lejos de entender la verdadera libertad, la que nos llevará al máximo de la evolución como individuos, como grupos, como mundo, como humanidad. Esta es la libertad de nuestro ego inferior, o sea de nuestro egoísmo. El día en que podamos ser uno con los otros, cuando dejemos de repetir “yo, mi” para decir “nosotros, nuestro”, cuando esto deje de ser una utopía, para convertirse en parte de una conciencia colectiva, pasaremos a ser un YO con mayúscula, alcanzando nuestra verdadera identidad y seremos libres realmente.
Para esto deberemos desprendernos de la mentalidad chiquita e insignificante con la cual nos manejamos, sintiéndonos con derecho a reclamar la libertad, que a la larga pretendemos usar en beneficio egoísta. Todo por lo cual nos quejamos viene siendo armado en el tiempo por egos casi idénticos a nosotros, diferenciándonos solo por el entorno, la sociedad en que vivimos, religiones, costumbres, posiciones sociales, sexo, etc. Todo esto también creado por los mismos egos llenos de miedo que se refugian en lo que aparenta darles más seguridad.
Hay mucha confusión sobre lo que significa ser libre. En algunos casos se cree que ser libre es no tener a nadie que te diga lo que has de hacer, no cumplir reglas de convivencia, poder hacer lo que sea si que nadie se queje ni reclame, sin importar como se afecta a otros. Se escucha repetidamente frases o dichos como: “no te metas en mi vida; si me sale mal es mi problema; si ingiero drogas soy yo el que se embroma; si aborto es con mi cuerpo, y yo tengo derechos sobre el; si no trabajo me embromo yo; si no aprendo nada es mi problema; si como mal es mi cuerpo el que se afecta…” etc., etc. Como vemos todos estos dichos están cargados de “yo y mi”. Por otro lado sabemos que las consecuencias de estos pensamientos, y las actitudes que conllevan, nunca afectan solo al que la comete, generalmente hay alguien más que paga estas consecuencias. Estamos viviendo en un mundo totalmente ilusorio, donde nos separamos de los demás y a los demás de nosotros. A esto se refieren tantos maestros cuando habla n de vivir fuera de la ilusión para poder evolucionar. Se ha tomado este consejo muchas veces como una invocación a vivir fuera de la realidad, sintiendo así las personas que se les pide dejar de ser ellos mismos, cuando en realidad dejar el estado ilusorio significa totalmente lo contrario.
Dejar la ilusión quiere decir aceptar que estamos íntimamente ligados a todo lo que vive, y que cada acción realizada afectará a alguien, y ese alguien afectado afectará a otro y así sucesivamente a muchos. También la inacción o negligencia afectará de la misma forma. Cuando no nos hacemos cargo de nuestras acciones estamos cargando a otros con nuestras responsabilidades y extendiendo infinitamente las consecuencias que creamos. Así de esta forma, nos hacemos parte del gran caos que afecta a todos, incluyéndonos y por el cual nos quejamos tanto, culpando a los otros y reclamando soluciones. Entonces nos convertimos en esclavos de nosotros mismos a través del reflejo de nuestros propios miedos que vuelve como un boomerang en las actitudes de los otros.
Todos reclamamos libertad y nos convertimos en manipuladores, corremos detrás de puestos de poder, nos obsesionamos con obtener más dinero del que realmente necesitamos, pensando que de esta manera nos liberamos. Mostramos falsas imágenes de independencia, tratamos de hacer sentir culpables y responsables de lo que nos pasa a los demás y los manipulamos pretendiendo que se hagan cargo de solucionar nuestros problemas. Esto y muchas artimañas más usa el ser humano buscando “su” libertad. El problema está justamente ahí, en que busca “su” libertad, en lugar de “la” libertad. El ser humano no encontrará “la” libertad verdadera mientras no asuma que ésta depende de la interrelación conciente y responsable con los demás, entendiendo que el hombre puede ser dueño de su destino, pero que ese destino individual, es parte indisoluble del destino del todo.
Ser libre nos es hacer lo que “yo quiero” independientemente del resto. Por eso es claro que aún nos queda mucho camino por recorrer y que la libertad total no se alcanzará hasta que toda la humanidad marche al unísono. Esto no justifica que digamos “entonces yo hago la mía”. Si tratamos de comprender como afectan nuestros actos, entonces podemos comprender como a pesar de tanto egoísmo, la humanidad ha venido dando sus pasos gracias a los espíritus libres que nacen en esta tierra cada tanto, dejando la huella expansiva de sus acciones benefactoras, que siguen extendiéndose a lo largo de los tiempos y dejando ver claramente el efecto del que venimos hablando. Por eso debemos comenzar por cada uno, liberando nuestro espíritu del miedo, cambiando este sentir por el contrario que es el amor in egoísta. No olvidemos que la libertad debe ir asociada a la responsabilidad y esto significa pensar en la libertad de los otros. Liberando a los demás es como nos liberamos a nosotros. Aumentando nuestros conocimientos para liberarnos de la ignorancia que nos predispone a ser victimas de la manipulación que es esclavizante para el manipulado y el manipulador.

Escrito por Lourdes González  

Las distintas manifestaciones del miedo.




Analizaremos algunas de las formas más comunes: el miedo a ser adulto.   Se manifiesta a través de una conducta inmadura a pesar de tener edad cronológica para ser adulto.      Una de las actitudes más comunes de este miedo es cuando la persona aparenta asumir su papel de adulto, pero no es capaz de resolver su vida, viéndose dependiente constante y prolongadamente de otros, necesitando siempre y excesivamente de apoyo, incluso reclamándolo de aquellos que están en condiciones inferiores a él en cuanto a la  dependencia, como en el caso de sus hijos o padres adultos mayores, por ejemplo.
      Podría catalogarse como miedo a las responsabilidades.  Generalmente son incapaces de mantener un trabajo por mucho tiempo, costándole incluso decidir en que les gustaría trabajar.  Suelen hacer castillos en el aire, planificando formas fantásticas e inalcanzables de ganarse el sustento, mientras deja pasar las posibilidades reales, encontrando en ellas defectos que usarán de pretexto para no asumir la responsabilidad que le corresponde y quedan en espera de algo  “ más a su altura”.  Mientras tanto se endeudan con muchas personas, sabiendo que nunca van a contar con la posibilidad real de devolver lo que piden, tomando luego actitudes agresivas hacia quien los ayudó para atajar a tiempo el reclamo justo de los otros, a lo cual temen.   Se sienten incomprendidos cuando los presionan para que entren en la realidad, acusándolos de ignorantes e incapaces de reconocer su valor.  De esta manera los problemas económicos se irán acumulando junto a las malas relaciones.  Esto a la larga lo convierte en un ser depresivo, a veces agresivo y resentido, hundiéndose en lamentaciones, reclamando una libertad de la cual huye a la vez.

       Por otra parte está el adulto infantil, que trata de caer simpático todo el tiempo, actuando como payaso, interpretando el personaje necesario en cada ocasión.  Se lo ve generalmente rodeado de niños, actuando como otro niño más.  Si ya es padre, se granjea la simpatía de sus hijos, no poniendo límites, dejando esa responsabilidad al otro.  De esta forma los gana  como aliados y pretende que no se les exija su responsabilidad de adulto, ya que considera más que suficiente la diversión que aporta, de esta manera irá perdiendo sus derechos y autoridad de adulto.     En algún momento que le convenga querrá ejercer su autoridad y no será correspondido.  Comenzará a sentir que es poca cosa, que los demás no son justos, se sentirá  como esclavo y abusado al no ser tomado en cuenta para tomar las decisiones importantes.
      Estas personas son incapaces de reconocer la carga que impone a los demás, pretendiendo ser sobrevalorado en su actitud de payaso.   Así se convierte en un dependiente, reclamando una libertad que no quiere asumir.  



       Otra forma de huir de las responsabilidades son las drogas, acompañado de una falsa rebeldía, donde pretendiendo romper las reglas y protestar contra el sistema, o llenar el vacío de una vida sin voluntad de ser, se refugia en un estilo de vida donde con el pretexto de “es mi vida” se transforma en una carga social anulando la propia capacidad de pensar.  No pensar es otra forma de huir de las responsabilidades.
Estas personas que dicen vivir así e n protesta del sistema, favorecen a los delincuentes cuando compran droga, roban a los decentes o se cargan sobre sus espaldas para ser mantenidos por esos supuestos esclavos del sistema.    Vemos entonces que pretendiendo ser libre es esclavo de las drogas, dependiente de toda la sociedad, victima de los traficantes, etc.  


      También están los que huyen de la responsabilidad victimizándose.   Con sus constantes quejas manipulan y esclavizan a los demás sin darse cuenta que terminan siendo esclavos de la dependencia que tienen de los otros. 


     Están los que en su temor de ser dependientes, actúan como si no necesitaran a nadie, entonces trabajan incansablemente en pos de tener mucho dinero, lo que los hace sentir autosuficiente y seguro.  Esto les da la impresión de vivir en libertad, convirtiéndose esta actitud en un vicio.   Los placeres que provienen de esta forma de vida son tan efímeros como el dinero, y engañan los sentidos igual que una droga, llevándolos a querer cada vez más para seguir manteniendo esa falsa sensación de libertad.   Se dedican a perseguir insaciablemente más dinero y así se esclavizan con el trabajo desmedido que deben continuar para mantener lo conseguido.
     El poder en sus diversas formas es otra forma de esclavitud que produce sensación de libertad.     Generalmente el que usa el poder para controlar y manipular sufre del miedo de ser  controlado y manipulado.  De esta manera se hace esclavo de los que necesita tener bajo control, dependiendo patológicamente de ellos para conservar su sensación de libertad.


    Otra forma de miedo que a menudo se experimenta, individual y socialmente, es el miedo al cambio.  Las personas se quejan constantemente de lo que están viviendo, pero cuando se presenta la oportunidad de cambiar se cierran y vuelven a lo anterior, prefiriendo seguir lamentándose y llorando antes que correr el riesgo de lo nuevo.  Es similar a lo que ocurre cuando se vive una situación dolorosa y mortificante que s e repite una y otra vez, y en lugar de aprender de la experiencia, y hacer lo necesario para cambiar el curso de los acontecimientos, se sigue sufriendo, llorando, y pidiéndole a los demás que hagan algo para solucionarle el problema.
   

    Otro es el miedo a la soledad, por el cual muchas personas aguantan y permiten cualquier cosa de parte de los demás.  Esto no deja de ser una forma solapada de manipulación, que se usa para poder conservar a los otros a su lado.     Estas personas necesitan aturdirse constantemente con mucho ruido y mucha gente, no quieren quedarse solos porque la soledad invita a pensar y reflexionar, y de esta manera se corre el riesgo de auto reconocerse.   Algo similar ocurre con las parejas que no disfrutan de estar solos, buscando siempre rodearse de gente para no tener que enfrentar el vacío que les deja estar con la pareja  con la cual no se sienten bien.


     Como vemos, los miedos de los que aquí hemos hablado, podrían resumirse en miedo a la libertad.   Se hace muy necesario estar solo consigo mismo para reflexionar, reconocer y enfrentar nuestros miedos.    
    Mientras los carguemos en nuestro interior, ellos influirán en nuestras actitudes, y de esta forma no seremos capaces de atraer hacia nuestras vidas las situaciones, relaciones y metas deseadas.
    Liberarnos de estos y otros miedos fantasmas nos dejaría en posición de avanzar libremente hacia nuestro destino elegido.  Ser ignorante de nuestros propios miedos nos mantiene encadenados al mundo de la ilusión egoísta, en el que solo se vive para  auto gratificarse  sin importar las consecuencias y así quedamos esclavizados en lo vacuo y sin sentido, viviendo situaciones con apariencia de libertad, desconectando a los demás de nosotros, ya sea por ignorar sus necesidades o las nuestras.
   Ser libre implica reconocer que todos somos células de un mismo cuerpo, que todos necesitamos lo mismo: ser una personalidad completa y desarrollada sin trabas.
  Debemos permitir que los otros interactúen en esto, así ayudamos y somos ayudados.
  Un cuerpo se desarrolla bien y perfecto si cada célula cumple con su tarea en combinación con las demás.   Cuando esto no ocurre, el cuerpo se enferma y lo siente todo el ser.   Ser libre significa amarse, automotivarse, sustentarse, apoyarse entre todos.     Ley de intercambio,  justa, sin abusos, valorando equitativamente lo que cada uno puede aportar, liberando a los otros es la forma  en que nos liberamos.     Esto no significa dejar que se arreglen como puedan, sino que cooperemos para que cada uno pueda realmente ser útil a sí mismo, y de esta manera a otros.     Debemos comprender que lo transitorio es limitante, que su valor es el de una herramienta, no el de una meta evolutiva.    Esta herramienta cumple la función de servirnos como un elemento  más que nos acerca a la meta, pero jamás debemos tildar a la herramienta como la meta misma.   Lo único que nos llevaremos de ésta etapa son los resultados del amor.   Cuanto más amor hayamos sentido, cuanto más lo hayamos practicado en forma altruista, más habremos aprendido y contribuido con el todo.    
   
      El amor es la antítesis del miedo, por lo tanto, hasta que no nos liberemos de todos los miedos no podremos amar con la totalidad de nuestro ser.
Escrito por Lourdes Gonzalez. 





viernes, 16 de julio de 2010

El ego y el momento presente




La relación más importante y primordial de la vida es la relación con el Ahora, o mejor aún, con cualquiera que sea la forma que adopte el Ahora, es decir, lo que es o lo que sucede. Si la relación con el Ahora es disfuncional, esa disfunción se reflejará en todas las relaciones y en todas las situaciones de la vida.




El ego podría definirse sencillamente como una relación disfuncional con el momento presente. Es en este momento cuando podemos decidir la clase de relación que deseamos tener con el momento presente.
Una vez que hemos alcanzado un cierto nivel de conciencia, es decir, de Presencia (y si está leyendo esto es porque seguramente es su caso) estamos en capacidad de decidir qué clase de relación deseamos tener con el momento presente. ¿Deseo que éste momento sea mi amigo o mi enemigo?


El momento presente es inseparable de la vida, de tal manera que nuestra decisión se refiere realmente a la clase de relación que deseamos tener con la vida. Una vez tomada la decisión de ser amigos con el momento presente, nos toca dar el primer paso: mostrarnos amigables con él, acogerlo independientemente de su forma de presentarse. Y no tardaremos en ver los resultados.

La vida se torna amable con nosotros. La gente nos ayuda y las circunstancias cooperan. Pero es una decisión que debemos tomar una y otra vez, hasta que aprendemos a vivir naturalmente de esa manera.
Con la decisión de hacer amistad con el momento presente viene el fin del ego. El ego no puede nunca estar en consonancia con el momento presente, es decir, en consonancia con la vida, puesto que su propia naturaleza lo induce a resistir, menospreciar o hacer caso omiso del Ahora.


El ego se nutre del tiempo. Mientras más fuerte el ego, mayor es el tiempo durante el cual controla nuestra vida. Casi todos nuestros pensamientos entonces se refieren al pasado o al futuro y el sentido de lo que somos depende del pasado, donde encuentra una identidad, o del futuro donde busca su realización. El temor, la ansiedad, la expectativa, el remordimiento, la culpa, y la ira son disfunciones del estado de la conciencia atrapado en el tiempo.



El ego trata el momento presente de tres maneras: como un medio para una finalidad como un obstáculo o como un enemigo. Analicemos una a la vez, de tal manera que cuando ese patrón se apodere de usted, pueda reconocerlo y decidir nuevamente.
En el mejor de los casos, el ego ve en el momento presente un medio para cumplir una finalidad. Sirve para llevarnos a algún momento en el futuro considerado más importante. Pero el futuro nunca llega salvo como momento presente y, por tanto, nunca es más que un pensamiento en la cabeza.

En otras palabras, nunca estamos totalmente aquí porque siempre estamos ocupados tratando de llegar a algún otro lugar.
Cuando este patrón se acentúa, lo cual suele suceder, el momento presente es visto o tratado como si fuera un obstáculo a superar. Es allí donde surgen la impaciencia, la frustración y el estrés y, en nuestra cultura, esa es la realidad cotidiana, el estado normal de muchas personas. La Vida, la cual ocurre ahora, es vista como un “problema”, y todos habitamos en un mundo lleno de problemas que debemos resolver para ser felices, sentirnos realizados o comenzar realmente a vivir (o por lo menos eso creebmos).


El problema está en que, por cada problema que resolvemos aparece uno nuevo. Mientras veamos un obstáculo en el momenbto presente, los problemas no tendrán fin. “Seré lo que deseas que sea”, dice la Vida o el Ahora.


“Te trataré como tú me trates. Si me ves como un problema, eso seré para ti. Si me tratas como a un obstáculo, seré un obstáculo”.


En el peor de los casos, y esto también es muy común, el momento presente es visto como un enemigo. Cuando odiamos lo que hacemos, nos quejamos de nuestro entorno, maldecimos de las cosas que suceden o han sucedido; o cuando nuestro diálogo interno está lleno de lo que deberíamos o no deberíamos hacer, de acusaciones y señalamientos, entonces nos peleamos con lo que es, con aquello que de todas maneras ya es como es. Convertimos a la Vida en nuestra enemiga y ella nos dice, “si lo que quieres es guerra, guerra tendrás”.


La realidad externa, la cual es siempre el espejo de nuestro estado interior, se experimenta como algo hostil.
Una pregunta crucial que debemos hacernos con frecuencia es ¿cuál es mi relación con el momento presente? Después debemos estar alertas para descubrir la respuesta. ¿Trato el Ahora apenas como un medio para llegar a una finalidad? ¿Lo veo como un obstáculo? ¿Lo estoy convirtiendo en enemigo? Puesto que el momento presente es lo único que tendremos, puesto que la vida es inseparable del Ahora, lo que la pregunta significa realmente es, ¿cuál es mi relación con la vida? Esta pregunta es una forma excelente de desenmascarar al ego y de entrar en el estado de Presencia. Aunque la verdad absoluta no está encarnada en la pregunta (en últimas, yo y el momento presente somos uno), es una guía importante hacia el camino correcto. Hágase esa pregunta con frecuencia, hasta que ya no la necesite.
¿Cómo trascender una relación disfuncional con el momento presente? Lo más importante es reconocerla en nosotros mismos, en nuestros pensamientos y en nuestros actos. Estamos en el presente en el momento mismo en que notamos que nuestra relación con el Ahora es disfuncional. Ver equivale al afloramiento de la Presencia. Tan pronto como vemos la disfunción, ésta comienza a desvanecerse. Algunas personas se ríen cuando ven esto. Con el reconocimiento viene el poder de elegir: la posibilidad de decirle “sí” al Ahora y de aceptarlo como amigo.

© Eckhart Tolle
Extracto del Capítulo 7 del libro en español:
Una nueva Tierra

jueves, 15 de julio de 2010

El "endiosamiento" del conocimiento

"El conocimiento es poder"    Hemos creado y creído en una sociedad donde esta frase parece ser de suma importancia; ya desde niños nos inculcan la idea, ya subliminal, ya directa, de que esto es así, diciendonos que si no sabemos no vamos a progresar en la vida, que hemos de ser los "mejores" en la clase, etc. Que no saber implica ser un tonto y demás situaciones que nos marcan la niñez.
No es de asombrar entonces que crezcamos y lo traslademos a todas las cosas y ámbitos de nuestra vida.
Porque no íbamos a hacerlo con el conocimiento espiritual?
Tenemos la impresión interna de que cuanto mas conocemos de un tema mejor nos va a ir. Ahora bien, aquí estamos hablando de "el" tema; no solo es extenso por la diversidad de pareceres y la facilidad de adaptacion, sino también porque en este ámbito espiritual hay muchas ramas y maestros para seguir, y cada día aparece una nueva técnica que nos promete llevarnos más rápido y mejor a nuestro interior.
Si estamos "al día" con todas ellas entonces somos alumnos aplicados, y la maestra nos puede premiar y hacer pasar adelante para demostrarle a nuestros compañeros que nos es fácil y que a ellos no.

Tenemos internamente esa necesidad de absorver mas y mas, junto con esa otra de ser "el mejor de la clase"; aun si no lo reconocemos abiertamente. También esta el que somos versados en la materia en cuestión ante nuestros  compañeros de vida.

Encontramos un conocimiento valiosísimo para nuestro desarrollo y nos llenamos de alegría y buscamos rápidamente a alguien cercano para comentarle lo bueno que es y lo bien que nos esta haciendo, y si por algunas de esas cuestiones este amigo nos llega a comentar que es parecido a algo que el escucho sobre lo mismo pero que aun no conocemos, magicamente salimos corriendo en su búsqueda, olvidando que el que ya poseíamos era "valiosísimo" para nuestro desarrollo.
Mas aun, hoy en día donde tenemos un guru siempre dispuesto a hacernos de guía en la inmensa biblioteca del conocimiento:  Maha-Google-Cibernanda

En él encontramos todo lo que buscamos interminablemente.....

El conocimiento es Dios para nosotros, a través de él lo buscamos  Él.  !?¡¿?!?¿¡!?
Bonita paradoja en la que nos hemos metido!

Esto quiere decir que el conocimiento es malo?
No lo es. De hecho, nos puede ser muy útil. Yo mismo considero, y lo puse por ahí, que el conocimiento es luz y la ignorancia oscuridad.
Pero también me ha pasado endiosarlo de tal manera que me olvido de hacer lo que dice....
Pequeño gran detalle no?

Esto es en si misma una gran traba. Saltamos de un libro en otro , de un maestro en otro, de un grupo en otro, de una pagina en otra, y así suscesivamente, sin parar un segundo a reflexionar, comprender y poner en practica lo que aprendimos.
En una discusión que esta abierta en otro grupo dentro de esta misma pagina se lee "
La sabiduría concierne al yo y el conocimiento al no‑yo, mien­tras que la comprensión es el punto de vista
del ego o pensador, o la relación entre el yo y el no‑yo." (Maestro Djwal-Kul, conocimiento y sabiduría, grupo cuarta dimensión)

Aquí mismo compartimos un sin fin de conocimiento.  El problema radica cuando de eso hacemos lo mas importante de nuestra vida y le damos poco tiempo a practicar lo que aprendimos. Solo cuando algo ocurre fuerte que nos moviliza de verdad, podemos notar cuanto hemos realmente "aprehendido" y cuanto conocemos. Mientras tanto vamos por la vida sintiendo que somos importantes por poseer la "llama de la verdad" e ir alumbrando a diestra y siniestra los cuatro rincones del mundo, y bla bla bla.

En este grupo hablamos del ego, bueno compañeros esto que acabo de escribir es ego, en su pureza máxima (repito: "conocimiento = al no-yo.-. sabiduría = Yo")
Cada uno ha de ver lo que le ocurre en su vida con respecto a este tema, y si gustan lo comparten aquí con los demás que tratamos de crecer en este mundo y de conocer un poco mas nuestro peor enemigo y nuestro mejor amigo: EL EGO.

domingo, 11 de julio de 2010

El habito forma al ego


El agua labra gradualmente para sí un canal; a medida que fluye, el canal se profundiza y ensancha. Sacar a un río de su lecho hacia un cauce nuevo es una gran empresa, y sin embargo el hombre ha tenido éxito en lograrlo una y otra vez. Los hábitos son canales en nuestra manera de vivir y pueden ser buenos o malos. Podemos haber permitido despreocupadamente, que nuestras personalidades siguiesen todas las líneas de menor resistencia –así como lo hace el agua- cargándonos con una multitud de malos hábitos, o podemos haber dirigido nuestro carácter hacia buenos caminos; cualquiera de ellos que sea, el mero hecho de que los seres humanos así como todas las restantes formas de vida tengan intensa capacidad para formar hábitos, es para nosotros una gran ventaja.
La sociedad misma se ha formado algunos hábitos muy malos. Está llena de prejuicios: en algunos países, como los Estados Unidos y África del Sur, es muy fuerte el prejuicio racial ; en otros como la India e Inglaterra, prevalecen los prejuicios de clase; en otros como Arabia y algunos países católicos de América del Sur, predominan los prejuicios religiosos; casi todo estado tiene algún tipo de prejuicio nacional. Estos, junto con muchos otros hábitos sociales – podríamos llamarlos más correctamente hábitos sociales- extremadamente malos, están manteniendo a la humanidad en un bajo nivel de existencia; debemos vencerlos mediante el ataque, tanto personalmente en calidad de individuos, y en gran escala como grupos, mediante programas educacionales, publicidad, propaganda instruida, legislación y otros.
El hecho, no obstante, que seamos criaturas con hábitos, es uno de los haberes más grandes que tenemos; los hábitos, tanto espiritual como físicamente, son una ventaja para nosotros; pueden ser herramientas poderosas con las que podemos tallar una imagen más digna de nosotros mismos. Nuestra capacidad para hacer la misma cosa una y otra vez, hasta que se transforma en una segunda naturaleza, es nuestro pilar de fuerza y uno de los factores más grandes para nuestro progreso. Esto, junto con nuestra maravillosa adaptabilidad innata, como especie, nos da a la vez una elasticidad y un poder que no posee ninguna otra forma de vida. No sería exageración decir que no hay nada que no puedan hacer los seres humanos, nada que no puedan llegar a ser; es tan grande su ingeniosidad, su habilidad para verter sus talentos en nuevas vías, de ajustarse en forma permanente a situaciones nuevas. Sólo el hombre, como especie, vive en los páramos helados de las regiones polares, en las estepas desérticas de las zonas áridas, y en lo más espeso de las junglas ecuatoriales. Por lo general, en una generación, y si no, en dos generaciones, el hombre más primitivo puede ser civilizado mediante un cambio de ambiente. Un niño que se ha criado desnudo en una aldea africana puede graduarse en la Universidad de Oxford . Es probable que hasta olvidaría que había sido, por así decirlo, un salvaje, si la gente que le rodea no se lo hace recordar. ¿Qué le ha sucedido? Que ese instrumento maravilloso que es su alma, se ha vaciado en una nueva forma,  con hábitos nuevos.
Naturalmente, el momento cuando es más fácil para que la gente comience a formar hábitos es en su infancia. El arroyo que nunca ha fluido en dirección alguna, que sale borboteando fresco de la tierra, está listo para correr en cualquier dirección que se le abra. Si a un niño normal se le guía de inmediato hacia buenos hábitos, tales como la veracidad, valentía, rectitud, honradez, cortesía, afecto, bondad, laboriosidad y así por el estilo, partirá con una estructura fuerte y excelente  a la que podrá agregar otros aditamentos de la vida tales como una carrera, educación, sentido del humor y relaciones humanas de su propia elección. Si parte mal, se cría en una atmósfera degradante de crimen, pecado, discordia, mentira, prejuicio, odio o ignorancia, comenzará naturalmente con los impedimentos de sus malos hábitos; la personalidad habrá cavado muchos canales malos para su auto expresión. Y sin embargo, cuán a menudo podemos ver a los individuos más nobles, que se levantan del lodazal de un horrible medio ambiente en su infancia. Donde todas las puertas se hallaban abiertas para formar malos hábitos, el alma del individuo ha reaccionado y, discriminando entre lo que es limpio y precioso y lo que es sucio y degradante, se ha vaciado en moldes de hábitos diametralmente opuestos a los de su ambiente. A menudo sucede lo opuesto; una persona que ha nacido con todas las ventajas de un buen ambiente, buen ejemplo y oportunidad para mejorarse a sí misma, va a la perdición. Estas excepciones a los modelos habituales de conducta se deben, sin embargo, a otro elemento de nuestras vidas –el libre albedrío- la fuerza que nos permite elegir deliberadamente un buen o mal camino de conducta.
Fuerte como es el hábito, gira sobre un eje y ese eje es el poder de la voluntad; la máquina con que nacen todos los hombres, que está siempre a mano, lista para ser enganchada para cualquier tarea. Puede querer hacer algo y ese querer puede ser lo suficientemente fuerte como para atravesar tierra, aire, fuego y agua. Los hábitos se pueden cambiar y tallar otros nuevos en su modelo de vida, no importa cuán viejo sea. Cuán a menudo nos encontramos con la receta común de que “el paciente debe desear mejorarse”; y es verdad ya que la voluntad debe verter el interés por la vida y la energía vital en el canal de la salud. Los sicólogos saben que se pueden destruir normas de conducta y crear otras nuevas; tanto en nuestras mentes como en nuestras vidas, mediante la voluntad.
Si usted elige un hábito nuevo, porque encuentra que lo necesita, decida mentalmente que usted es intensamente adaptable, que tiene en su interior una fuerza maravillosa –su alma- que pondrá un peso en la balanza y que, por encima de esa fuerza, se encuentra una aún mayor, que es la fuerza de Dios, la que busca ayudarle a perfeccionarse y a progresar y desarrollarse hasta que florezcan plenamente sus más elevadas potencialidades, empuje a su personalidad hacia este nuevo canal. Lo más probable es que los primeros esfuerzos serán difíciles, porque el poder de la inercia deberá ser vencido; tiene que lograr empezar a moverse, tiene que fraguar en sí mismo una nueva forma; pero cada paso hacia delante le traerá un tremendo aumento de poder y la tarea se hará cada vez más fácil hasta que se convierta en un hábito y seguirá funcionando automáticamente. O si usted descubre  que tiene un mal hábito, emprenda la tarea de demolerlo. Es posible que la mejor forma de empezar, será pensando en lo que le gustaría tener en lugar de ese hábito....Cultive hábitos que le permitan conocerse mejor a usted mismo, de disfrutar de la vida mejor y más profundamente, de acercarse más a Aquél quien es su Creador y le ama mejor que ningún ser humano.
Un hábito que necesitan casi en forma universal los residentes urbanos es el hábito de la fuerza y resistencia. No son necesariamente débiles físicamente, sino débiles de voluntad. Viven una vida de escape; están llenos de sed de diversión, de algo que les permita olvidarse de sí mismos, de calmantes para sus almas enfermas, hasta un grado que sobrecoge. Y la ciudad es el lugar del olvido. Lo artificial del medio, la alta velocidad de la actividad, la red de entretenimiento, cada uno compitiendo por el lugar más alto en el apetito público hacia el olvido, todos tienden a hacer que la gente de las ciudades esté más alejada de su verdadero yo que aquellos que viven una vida más tranquila, cerca de la naturaleza.
La vida, no obstante toda su emocionante actividad, su poder y su vitalidad, es aún un asunto serio bajo muchos aspectos. El dolor, la tragedia, la enfermedad, la muerte, tocan en algún punto a todos los individuos, millonarios o mendigos. Si no se puede sentir profundamente, ya sea el júbilo o la agonía del alma, no se es gran cosa como ser humano, porque sentir es la verdadera característica de la materia viviente. Y si cuando la vida es dura, y de pronto nos propina un golpe amargo, usted no puede mantenerse de pie en el fuego y arder, comiendo su parte de dolor, soportando más bien que huyendo de él, usted no solamente es una criatura débil sino que está perdiendo una de las cosas mejores que tiene la vida: la disciplina espiritual.
Por lo tanto, la gente no solamente debería elegir para sí hábitos saludables, sino también el hábito de extraer, desde el pozo interior de sus espíritus, fuerza y valentía para enfrentar y soportar la vicisitudes de la vida. Observemos cómo en las trágicas épocas de guerra, cuando la tensión que soporta el carácter humano a menudo llega a su nivel más alto, millones de hombres y mujeres descubren en sí mismos profundidades que nunca supieron que existían cuando agotados hasta los mismísimos huesos, encuentran que todavía pueden seguir. Cuando asustados, en grave peligro, viendo muerte por todos lados descubren que sus pequeñas personalidades, tan desacostumbradas al horror y la tensión, se sobreponen para seguir adelante con fortaleza y valentía que jamás soñaron poseer. Esta es una de las pocas cosas buenas que alguna vez hace para nosotros la guerra. Pone de manifiesto nuestro vigor, hace erguirnos sobre nuestras propias piernas y decir, “puedo soportar y soportaré”. Este naciente heroísmo, no importa cuán poco evidente sea en tiempos de paz, es la gloria del alma humana. No es tanto lo que soportan los cuerpos sino las almas. La gente se forma el hábito de ser todos los días inconscientemente, heroica. Qué maravilloso mundo sería posible construir en el futuro, si esto se practicase también en tiempos de paz y que esta dignidad y fuerza, engendradas por el peligro y el sufrimiento, pudiesen llegar a ser un hábito, parte de nuestra actitud permanente hacia los problemas de la vida.



Articulo extraído de la obra de Ruhiyyih Rabbani " Prescripción para vivir"










¿Cómo identificar la aparente espiritualidad?

Es imposible encontrar soluciones absolutas, siempre, en todo caso, habrá una exigencia exterior y que, en un grado u otro, es posible que haya una respuesta interior. Por lo tanto, más que considerar la cuestión desde un punto de vista tajante y absoluto, se trata de descubrir la tónica dominante, el factor que predomina en esa conducta espiritual de la persona.


La vida espiritual es falsa cuando se utiliza exclusivamente como refugio, como compensación de todo lo que son desgracias, malestares, sinsabores de la vida real. Hay que observar que decimos cuando se utiliza “exclusivamente”para eso. No pensamos que pueda ser una equivocación el que una persona, en unos momentos de agobio, de preocupación o de dolor, sienta una mayor necesidad de abrirse a lo espiritual. No nos referimos a eso; eso es un mecanismo normal, es
un hecho humano, y esto lo sentirá normalmente toda persona aún con una gran sinceridad espiritual. Aquí decimos que cuando la persona utiliza lo espiritual exclusivamente 
como fin de escape, de compensación, de su vida concreta diaria, se introduce en una situación y un estado malsanos.
¿Cómo conocemos esto? ¿Qué características tiene la persona, o el modo de conducta de estas personas, para discernir o sospechar que no hay allí una actitud realmente sincera? No olvidemos en ningún caso que estamos hablando para que cada uno se examine a sí mismo, no para que escudriñe en los demás.

En primer lugar, una de las posturas que surgen a con secuencia de esta huida y de esta actitud religiosa artificial es una falsa humildad. La persona tiende a menospreciarse, a minusvalorarse:
“yo no sé nada”, “no sirvo para nada”, “soy un desgraciado”, “soy muy poca cosa”... Aquí hay una actitud, podríamos decir de encogimiento, y, curiosamente, esa actitud contrasta con otra de egoísmo y de orgullo cuando uno sabe mirar la trayectoria de la propia vida. Por que, si bien, por un lado, uno rechaza el valorarse de un modo elevado, el hecho es que solamente se preocupa de sus
propias cosas, de lo que quiere, y, a la hora de actuar, a la hora de la realidad, si uno se examina con sinceridad, descubrirá que hay en el fondo una ansia absoluta de llegar a ser más él mismo, más importante, más tranquilo.
Faltan una serie de connotaciones a la auténtica humildad, lo cual nos indica que la cosa es falsa.

La humildad no consiste nunca en encogerse; la humildad consiste simplemente en relajarse, en entregarse; no se trata de hacerse más pequeño de lo que uno es, sino de ser lo que uno
exactamente es, ni más ni menos, de no tener preocupaciones en si uno es más o
es menos. Cuando uno tiene que andar diciendo que es menos, esto demuestra que
sigue siendo él —su yo/idea—, el protagonista, el cen­tro, el eje de todo su interés; significa que allí, aunque exista una minusvaloración, esta constancia, esta persistencia en estarse auto-denunciando constantemente, tiene como protagonista al yo; el yo es lo único constante, es decir, que el yo está
entronizado dentro de uno mismo; en la medida en que ocurre esto, no puede haber auténtica espiritualidad.

No se trata de que tengamos que exigir desde un buen principio un absoluto desasimiento, pero sí que tenemos aquí uno de los indicios de la falta de autenticidad de la vida espiritual.

Otro indicio es cuando la persona, en contraste con esa actitud de humildad, se cree favorecida de un modo particular, extraordinario o único, por ser ella quien es. Siempre que la persona note en
sí misma que tiende a sentirse, o bien la más desgraciada, o bien la más agraciada, hay que sospechar que todo eso está girando alrededor de ese yo/idea, alrededor de ese egoísmo, de ese egocentrismo, de esa sobrevaloración que se esconde detrás de la minusvaloración.

En otras ocasiones, la señal de que la persona tiene esta actitud falsa ante lo espiritual es más bien de tipo social; por ejemplo, para muchos, es importantísimo el formar parte de un grupo numeroso,
de una organización poderosa. El sentirse que forma parte de este grupocompacto y poderoso hace que uno se sienta más seguro, más protegido, más tranquilo, como si todos los demás individuos les sirvieran de amparo, de apoyo, psicológicamente, no espiritualmente.

Éste es un fenómeno psicológico que encontramos en todos los ambientes. Por ejemplo, en los países que predomina la actividad política, está el hecho de pertenecer a un partido. En el aspecto profesional ocurre lo mismo, el hecho de pertenecer a una gran empresa parece que proporciona
una fortaleza al individuo; éste se apoya psicológica mente en ella; es como si participara de la fuerza de la empresa.
Igualmente en el campo de las actividades de tipo estatal; para la mayoría de sus empleados, el formar parte de este .organismo parece que reviste una especie de solemnidad, de seguridad,
de prestigio. Es por eso que puede observarse con cierta frecuencia lo que podemos llamar la mentalidad del funcionario. Esto ha sido algo muy típico, aunque aquí sólo citamos para que se entienda mejor lo que queremos decir, no para criticar a los funcionarios. Aunque éstos estén quizás mal pagados, en la mayoría de los casos esto no significa que quieran dejar el empleo. Para muchos es importante ser “empleado del Ministerio”, o “empleado de la Diputación”.

Hay muchas personas que tienen una parte activa en lo espiritual a través de un aspecto ya formalizado, en una estructura, en una organización, y están muy influidos por ese aspecto
protector del número del grupo; lo cual nos indica que, en la medida que hay
esto, no hay auténtica sinceridad. Si la persona actúa por este motivo, quiere decir que no actúa por el verdadero motivo.

Se puede reconocer también esta actitud falsa en el hecho de que la persona tiende a esquivar los
problemas concretos de su vida diaria. La persona se inhibe, no afronta su responsabilidad y tiende a esconder la cabeza bajo el ala, como se dice cotidianamente. Igualmente, esta actitud la tiene frente a lo que son sus propias debilidades, sus propios defectos; ciertamente la persona acepta algunos de sus defectos, pero hay otros que no quiere ver, que no sabe ver, que no puede ver.


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