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Ahora bien, lo que cualquiera de nosotros conoce como moral está relacionado con conocimientos variables en algunos casos y fijos en otros.
Los primeros son dados por las familias a los niños dependiendo de criterios heredados por un lado y experienciados por otro.
Los fijos vienen desde Moisés, por poner un punto de referencia, por ejemplo: matar a alguien todo el mundo lo ve mal, aunque hoy en día está justificado en algunos motivos.
Por otro lado si cualquiera de nosotros pensamos en alguien que miente para lograr un fin personal o en representación de un grupo empresarial por ejemplo, todos diríamos que es un fraude. Sin embargo muchos aceptamos hacer un negocio de una forma amoral pero justificada por las leyes del comercio. Aún más, en partes del globo es moral que un hombre tenga muchas mujeres y que éstas no tengan derecho a un montón de cosas que nosotros vemos como normales.
Todo esto viene a colación para demostrar que lo que nosotros consideramos moralidad es relativo a un sin fin de factores, incluyendo a las religiones establecidas. Las más grandes plantean una moral o reglas de conducta, pero en estos últimos tiempos son simplemente palabras en un libro sagrado.
La moral existe en nosotros mucho antes de venir a la encarnación, reside en nuestro yo superior antes que nuestra personalidad terrestre.
Esto significa que si nosotros queremos, podemos desde nuestro interior encontrar la forma correcta de actuar en cada situación.
En esta vida moderna y rápida tratamos de vivir en base a una moral social que no dañe a los demás relativamente. Pero es completamente necesario que reevaluemos lo que consideramos como valores morales, incluso lo que consideramos bueno o malo.
El hombre posee la capacidad de discernir entre valores. Esta capacidad de discernimiento y nuestra naturaleza religiosa es lo que nos diferencia de los animales.
Esto significa que podemos evaluar, antes de la acción, la meta que perseguimos, el motivo por el cual lo hacemos y el medio para llegar a ella.
Nuestra inteligencia por tanto pude evaluar los fines y considera normal el aforismo “el fin justifica los medios”. La inteligencia por si sola no puede explicar la naturaleza moral.
Los animales aprenden por la repetición de la experiencia sea buena o mala. Nosotros podemos aprender tanto de la experiencia como del uso del discernimiento. Pero la mayoría utiliza este discernimiento para salir bien parado, relativizando los daños a terceros, considerando su actuación como moral. La sociedad en general considera que pensar en el bienestar de los demás por sobre el propio es signo de debilidad o falta de inteligencia.
Pero la realidad es que internamente, en nuestra alma, todos somos iguales y uno. Por lo tanto, si nuestra moralidad reside en nuestro yo superior antes de la encarnación, si nos conectamos con nuestro interior actuaremos moralmente en todas partes del mundo.
Si unimos nuestra inteligencia al discernimiento espiritual entonces podremos llegar a comprender el valor de los fines y los medios correctos para alcanzarlos.
De esta forma gradualmente se va desarrollando nuestra virtud, con la elección uniforme del bien sobre el mal visto desde un punto de vista interno y no desde el ego personal.
Esta capacidad es la prueba de la existencia de una conexión con nuestro yo superior.
Pero de todas manera todavía somos un ser dual, por un lado un ser interior y por otro una personalidad o ego terrestre.
Nuestras decisiones sobre el bien y el mal están influenciadas por varios factores. La elección dependerá de lo que influya más en nosotros.
Entonces la naturaleza moral del hombre necesita de la discriminación y la capacidad de estudiar significados.
La acción moral está caracterizada por una inteligencia elevada que discrimina en la elección de fines superiores así como la selección de medios morales para conseguirlos. Esto no es algo que pueda imponerse por ningún medio, es tema de libre albedrío. Pude ser que nos influencie alguien con estas características, pero debemos tener nosotros las ganas de cambiar y crecer espiritualmente.
Para esto es necesario el silencio.
No nos referimos únicamente a dejar de hablar mucho sin parar, sino también al ruido externo e interno.
Hacer silencio del aturdimiento de los sentidos, con lo que escuchamos, vemos, hablamos, interno en el sentido emocional y en nuestros pensamientos.
Alguien puede verse por fuera en calma, quietud y por dentro estar pensando en mil cosas a la vez y en un estado nervioso que empeora la situación. Hay personas que por determinadas presiones externas logran una imagen aplomada y controlada, lo que no significa que controlen sus emociones o hayan cambiado sus criterios internos.
Todo esto es un círculo vicioso; el ruido interno, la excitación, etc. hace que busquemos afuera cosas que contribuyan y aumenten ese estado formando una bola de nieve.
Llamar la atención sobre uno constantemente es otra forma de no estar en silencio. Si necesitamos la atención de los demás no estamos en contacto con nosotros mismos y eso hace que tengamos todo tipo de actitudes no solo al hablar sino también al movernos, vestirnos, presentarnos, etc.
Es preferible buscar no destacarse de los demás manteniendo un perfil bajo.
No significa disminuirse pero tampoco exaltarse, es hacer lo que se tiene que hacer, bien, sin llamar la atención.
Vivir discretamente en todos los tipos que antes mencionábamos, esto es ser silencioso.
El silencio es una forma de conducirse en la vida que nos permite tomar decisiones morales en base a un criterio interior elevado dado que no vivimos excitados o arrastrados por la corriente de opiniones.
Sin embargo no atacamos a nadie, sino que somos.
La contribución que nosotros podemos hacer para nuestro crecimiento es desarrollar las cualidades totales de nuestro yo superior.
Esto es hacer la voluntad del Padre.
El silencio nos permite estar calmados, pensar antes de hablar, como consecuencia no decimos cosas que luego nos traigan problemas o nos hagan arrepentir, o que hieran a otros, ni pronunciar juicios apurados. Nos permite evaluar las situaciones y no ser impulsivos. Es estar con Dios y oírlo antes de oír los criterios de los hombres.
Por eso para lograr una actitud moral es necesario el silencio.
Nos favorece en nuestro acercamiento con el yo superior, estableciendo una conexión más duradera con nuestra inteligencia superior.
Trabajo reflexivo realizado por Miguel gracias a Lourdes
Bibliografía: El Libro de Urantia.