Analizaremos algunas de las formas más comunes: el miedo a ser adulto.
Se manifiesta a través de una conducta inmadura a pesar de tener edad cronológica para ser adulto.
Se manifiesta a través de una conducta inmadura a pesar de tener edad cronológica para ser adulto.
Una de las actitudes más comunes de este miedo es cuando la persona aparenta asumir su papel de adulto, pero no es capaz de resolver su vida, viéndose dependiente constante y prolongadamente de otros, necesitando siempre y excesivamente de apoyo, incluso reclamándolo de aquellos que están en condiciones inferiores a él en cuanto a la dependencia, como en el caso de sus hijos o padres adultos mayores, por ejemplo.
Podría catalogarse como miedo a las responsabilidades. Generalmente son incapaces de mantener un trabajo por mucho tiempo, costándole incluso decidir en que les gustaría trabajar. Suelen hacer castillos en el aire, planificando formas fantásticas e inalcanzables de ganarse el sustento, mientras deja pasar las posibilidades reales, encontrando en ellas defectos que usarán de pretexto para no asumir la responsabilidad que le corresponde y quedan en espera de algo “más a su altura”. Mientras tanto se endeudan con muchas personas, sabiendo que nunca van a contar con la posibilidad real de devolver lo que piden, tomando luego actitudes agresivas hacia quien los ayudó para atajar a tiempo el reclamo justo de los otros, a lo cual temen. Se sienten incomprendidos cuando los presionan para que entren en la realidad, acusándolos de ignorantes e incapaces de reconocer su valor.
De esta manera los problemas económicos se irán acumulando junto a las malas relaciones. Esto a la larga lo convierte en un ser depresivo, a veces agresivo y resentido, hundiéndose en lamentaciones, reclamando una libertad de la cual huye a la vez.
Por otra parte está el adulto infantil, que trata de caer simpático todo el tiempo, actuando como payaso, interpretando el personaje necesario en cada ocasión. Se lo ve generalmente rodeado de niños, actuando como otro niño más. Si ya es padre, se granjea la simpatía de sus hijos, no poniendo límites, dejando esa responsabilidad al otro. De esta forma los gana como aliados y pretende que no se les exija su responsabilidad de adulto, ya que considera más que suficiente la diversión que aporta, de esta manera irá perdiendo sus derechos y autoridad de adulto. En algún momento que le convenga querrá ejercer su autoridad y no será correspondido.
Comenzará a sentir que es poca cosa, que los demás no son justos, se sentirá como esclavo y abusado al no ser tomado en cuenta para tomar las decisiones importantes.
Estas personas son incapaces de reconocer la carga que impone a los demás, pretendiendo ser sobrevalorado en su actitud de payaso. Así se convierte en un dependiente, reclamando una libertad que no quiere asumir.
Estas personas son incapaces de reconocer la carga que impone a los demás, pretendiendo ser sobrevalorado en su actitud de payaso. Así se convierte en un dependiente, reclamando una libertad que no quiere asumir.
Otra forma de huir de las responsabilidades son las drogas, acompañado de una falsa rebeldía, donde pretendiendo romper las reglas y protestar contra el sistema, o llenar el vacío de una vida sin voluntad de ser, se refugia en un estilo de vida donde con el pretexto de “es mi vida” se transforma en una carga social anulando la propia capacidad de pensar. No pensar es otra forma de huir de las responsabilidades.
Estas personas que dicen vivir así e n protesta del sistema, favorecen a los delincuentes cuando compran droga, roban a los decentes o se cargan sobre sus espaldas para ser mantenidos por esos supuestos esclavos del sistema. Vemos entonces que pretendiendo ser libre es esclavo de las drogas, dependiente de toda la sociedad, victima de los traficantes, etc.
Estas personas que dicen vivir así e n protesta del sistema, favorecen a los delincuentes cuando compran droga, roban a los decentes o se cargan sobre sus espaldas para ser mantenidos por esos supuestos esclavos del sistema. Vemos entonces que pretendiendo ser libre es esclavo de las drogas, dependiente de toda la sociedad, victima de los traficantes, etc.
También están los que huyen de la responsabilidad victimizándose. Con sus constantes quejas manipulan y esclavizan a los demás sin darse cuenta que terminan siendo esclavos de la dependencia que tienen de los otros.
Están los que en su temor de ser dependientes, actúan como si no necesitaran a nadie, entonces trabajan incansablemente en pos de tener mucho dinero, lo que los hace sentir autosuficiente y seguro. Esto les da la impresión de vivir en libertad, convirtiéndose esta actitud en un vicio. Los placeres que provienen de esta forma de vida son tan efímeros como el dinero, y engañan los sentidos igual que una droga, llevándolos a querer cada vez más para seguir manteniendo esa falsa sensación de libertad. Se dedican a perseguir insaciablemente más dinero y así se esclavizan con el trabajo desmedido que deben continuar para mantener lo conseguido.
El poder en sus diversas formas es otra forma de esclavitud que produce sensación de libertad. Generalmente el que usa el poder para controlar y manipular sufre del miedo de ser controlado y manipulado. De esta manera se hace esclavo de los que necesita tener bajo control, dependiendo patológicamente de ellos para conservar su sensación de libertad.
Otra forma de miedo que a menudo se experimenta, individual y socialmente, es el miedo al cambio. Las personas se quejan constantemente de lo que están viviendo, pero cuando se presenta la oportunidad de cambiar se cierran y vuelven a lo anterior, prefiriendo seguir lamentándose y llorando antes que correr el riesgo de lo nuevo. Es similar a lo que ocurre cuando se vive una situación dolorosa y mortificante que s e repite una y otra vez, y en lugar de aprender de la experiencia, y hacer lo necesario para cambiar el curso de los acontecimientos, se sigue sufriendo, llorando, y pidiéndole a los demás que hagan algo para solucionarle el problema.
Otro es el miedo a la soledad, por el cual muchas personas aguantan y permiten cualquier cosa de parte de los demás. Esto no deja de ser una forma solapada de manipulación, que se usa para poder conservar a los otros a su lado. Estas personas necesitan aturdirse constantemente con mucho ruido y mucha gente, no quieren quedarse solos porque la soledad invita a pensar y reflexionar, y de esta manera se corre el riesgo de auto reconocerse. Algo similar ocurre con las parejas que no disfrutan de estar solos, buscando siempre rodearse de gente para no tener que enfrentar el vacío que les deja estar con la pareja con la cual no se sienten bien.
Como vemos, los miedos de los que aquí hemos hablado, podrían resumirse en miedo a la libertad. Se hace muy necesario estar solo consigo mismo para reflexionar, reconocer y enfrentar nuestros miedos.
Mientras los carguemos en nuestro interior, ellos influirán en nuestras actitudes, y de esta forma no seremos capaces de atraer hacia nuestras vidas las situaciones, relaciones y metas deseadas.
Liberarnos de estos y otros miedos fantasmas nos dejaría en posición de avanzar libremente hacia nuestro destino elegido. Ser ignorante de nuestros propios miedos nos mantiene encadenados al mundo de la ilusión egoísta, en el que solo se vive para auto gratificarse sin importar las consecuencias y así quedamos esclavizados en lo vacuo y sin sentido, viviendo situaciones con apariencia de libertad, desconectando a los demás de nosotros, ya sea por ignorar sus necesidades o las nuestras.
Ser libre implica reconocer que todos somos células de un mismo cuerpo, que todos necesitamos lo mismo: ser una personalidad completa y desarrollada sin trabas.
Debemos permitir que los otros interactúen en esto, así ayudamos y somos ayudados.
Un cuerpo se desarrolla bien y perfecto si cada célula cumple con su tarea en combinación con las demás. Cuando esto no ocurre, el cuerpo se enferma y lo siente todo el ser. Ser libre significa amarse, automotivarse, sustentarse, apoyarse entre todos. Ley de intercambio, justa, sin abusos, valorando equitativamente lo que cada uno puede aportar, liberando a los otros es la forma en que nos liberamos. Esto no significa dejar que se arreglen como puedan, sino que cooperemos para que cada uno pueda realmente ser útil a sí mismo, y de esta manera a otros. Debemos comprender que lo transitorio es limitante, que su valor es el de una herramienta, no el de una meta evolutiva. Esta herramienta cumple la función de servirnos como un elemento más que nos acerca a la meta, pero jamás debemos tildar a la herramienta como la meta misma. Lo único que nos llevaremos de ésta etapa son los resultados del amor. Cuanto más amor hayamos sentido, cuanto más lo hayamos practicado en forma altruista, más habremos aprendido y contribuido con el todo.
El amor es la antítesis del miedo, por lo tanto, hasta que no nos liberemos de todos los miedos no podremos amar con la totalidad de nuestro ser.
Otro es el miedo a la soledad, por el cual muchas personas aguantan y permiten cualquier cosa de parte de los demás. Esto no deja de ser una forma solapada de manipulación, que se usa para poder conservar a los otros a su lado. Estas personas necesitan aturdirse constantemente con mucho ruido y mucha gente, no quieren quedarse solos porque la soledad invita a pensar y reflexionar, y de esta manera se corre el riesgo de auto reconocerse. Algo similar ocurre con las parejas que no disfrutan de estar solos, buscando siempre rodearse de gente para no tener que enfrentar el vacío que les deja estar con la pareja con la cual no se sienten bien.
Como vemos, los miedos de los que aquí hemos hablado, podrían resumirse en miedo a la libertad. Se hace muy necesario estar solo consigo mismo para reflexionar, reconocer y enfrentar nuestros miedos.
Mientras los carguemos en nuestro interior, ellos influirán en nuestras actitudes, y de esta forma no seremos capaces de atraer hacia nuestras vidas las situaciones, relaciones y metas deseadas.
Liberarnos de estos y otros miedos fantasmas nos dejaría en posición de avanzar libremente hacia nuestro destino elegido. Ser ignorante de nuestros propios miedos nos mantiene encadenados al mundo de la ilusión egoísta, en el que solo se vive para auto gratificarse sin importar las consecuencias y así quedamos esclavizados en lo vacuo y sin sentido, viviendo situaciones con apariencia de libertad, desconectando a los demás de nosotros, ya sea por ignorar sus necesidades o las nuestras.
Ser libre implica reconocer que todos somos células de un mismo cuerpo, que todos necesitamos lo mismo: ser una personalidad completa y desarrollada sin trabas.
Debemos permitir que los otros interactúen en esto, así ayudamos y somos ayudados.
Un cuerpo se desarrolla bien y perfecto si cada célula cumple con su tarea en combinación con las demás. Cuando esto no ocurre, el cuerpo se enferma y lo siente todo el ser. Ser libre significa amarse, automotivarse, sustentarse, apoyarse entre todos. Ley de intercambio, justa, sin abusos, valorando equitativamente lo que cada uno puede aportar, liberando a los otros es la forma en que nos liberamos. Esto no significa dejar que se arreglen como puedan, sino que cooperemos para que cada uno pueda realmente ser útil a sí mismo, y de esta manera a otros. Debemos comprender que lo transitorio es limitante, que su valor es el de una herramienta, no el de una meta evolutiva. Esta herramienta cumple la función de servirnos como un elemento más que nos acerca a la meta, pero jamás debemos tildar a la herramienta como la meta misma. Lo único que nos llevaremos de ésta etapa son los resultados del amor. Cuanto más amor hayamos sentido, cuanto más lo hayamos practicado en forma altruista, más habremos aprendido y contribuido con el todo.
El amor es la antítesis del miedo, por lo tanto, hasta que no nos liberemos de todos los miedos no podremos amar con la totalidad de nuestro ser.
Trabajo realizado por: Lourdes Gonzalez
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